Relájate y tómate un café "Con olor a..."
LAS TOÑAS
Por Keno Norambuena
Frente a las hermanas estaba el rostro pasmado de Tony Kamo, estupefacto, en mitad del televisor en blanco y negro, que tenían desde los tiempos en que veían a Tattoo, el adonis de “La isla de la Fantasía”.
La serie que daban los sábados a la hora de almuerzo, era lo único que el viejo alambre que hacía de antena, lograba sintonizar en los días despejados. Los menos, ya que por aquellos potreros, poco se sabía del sol.
Nacieron al sur de Chiloé, entre bosques frondosos y lagunas turbias que alimentaba el eterno invierno de aquel confín.
Las hermanas Antonieta, más conocidas como Las Toñas, crecieron en la orilla del lago Chaiguata, al oeste de Puerto Carmen. Solo una vez habían estado cerca de la civilización. Fue a comienzos de los noventa, el padre aún vivía y partió con las tres niñas hasta Quellón para que el medico las revisara. Pía Antonieta, la mayor de Las Toñas, tenía tres años para ese entonces, la seguía Jessenia Antonieta, y al último Raquel Antonieta.
Pía Antonieta siempre supo que era enana. Nunca olvidó la cara del padre cuando el médico de Puerto Carmen, confirmó lo que ya sabían…
Las tres hermanas, habían nacido con enanismo.
Una oscura y húmeda mañana, doña Maruja y su marido tomaban el mate a orillas del horno de barro, que a esas horas, escupía el pan amasado de aquel amanecer.
- …¡estas cabras no están ná creciendo viejo!- Le dijo doña Maruja a su marido. Y chupando del mate continuó- …la próxima semana partimos a Quellón, ojala la yegua aguante el viaje, es primera vez en años que salimos del bosque…
Lo cierto es que al regresar del viaje y después de días de caravana, la yegua murió acalambrada, al año la siguió el padre y al tiempo doña Maruja.
Las Toñas nada pudieron hacer en contra de ese arlequín sarcástico que hacía las veces de destino. Cuando Pía Antonieta cumplió los quince, la vida ya la tenía enana, y sin padres. Con la osadía chilota que llevaban en las venas, se las arreglaron para sobrevivir. En mitad del frío y el aguacero, sembraban hortalizas y pescaban los domingos. Corrían entre los helechos y el musgo creyéndose las primeras damas de Lilliput, pues sabían que en la orilla de aquel planeta, no había gigante que aplastara sus vulnerables corazones.
Una vez al mes la avioneta de las monjas de Quellón sobrevolaba la cabaña de Las Toñas y arroja sacos de mercadería. Una navidad la sorpresa fue mayor. Envuelto en una caja de cartón, y protegida con lana de cordero, venía un televisor.
La televisión llego a sus vidas, y con ella Tony Kamo.
Al comienzo de los noventa lograron sintonizar la señal de un canal del norte. Era del gobierno, tenía entendido Pía, La Toña mayor, y la más culta. Había leído un par de hojas sueltas de unos diarios que servían de envoltorio para el charqui, y se había enterado del hombre que era capaz de dominar el deseo y el albedrío de los ciervos de Dios.
Durante muchos inviernos lo siguieron y no se perdieron aparición. Lo toleraron y lo mantuvieron en trance, pues aceptaban la misión encomendada por la madre.
Hasta que una noche, después de años de espera. Las hermanas decidieron romper el hechizo.
Frente a Las Toñas estaba el rostro pasmado de Tony Kamo, estupefacto, en mitad del televisor en blanco y negro. Acaba de terminar de lanzar sus destellos sensoriales, mientras miles de cristianos esperaban sus órdenes, tras las pantallas.
- …llego la hora de despertarlo- Ordenó La Toña mayor.
El Ekeko de losa, que durante años había permanecido como un trofeo sobre la chimenea de la cocina, se reventó en cientos de pedazos esparcidos por el suelo.
Desde el interior escaparon los fajos de billetes que la difunta madre, alguna vez guardó para el día del fin.
- …esta es la plata que la mami guardó para este día- Explicó Pía Antonieta-
…hemos esperado muchos años, y solo hoy he logrado hablar a la los ojos de don Tony…esta noche hermanas, pude hablarle al televisor…
¡El fin está por llegar!...
Y así era.
Las Toñas viajaron hasta Quellón, desde donde mandaron el fajo de billetes oculto en el interior del hígado de una baca. Ahí estaría seguro de la envidia, decían.
Tony Kamo recibió la encomienda dos semanas después. Ya sabía lo que debía hacer.
La Toña mayor se lo había dejado grabado en la oscuridad de su ojo. La noche en que se vieron a través del televisor. Agarró su maleta, que por días había estado esperando el viaje, y partió, decidido a realizar su último acto.
Desde el interior del hígado de vaca sacó el tumulto de billetes y el mapa en donde le indicaban el camino a casa. Con los ahorros de la madre, arrendó la avioneta que lo llevo hasta la cabaña de las hermanas.
Lo esperaban con ansias. Se habían puesto los trajes de María Antonieta, que doña Maruja les bordó con restos de unas telas “Toile de Joi”, que había heredado de un ancestro.
- …lo esperamos desde hace años don Tony- Gritaban a coro.
- …solo ahora hemos logrado el contacto Toñas…-Les explicó el síquico.
- …pero estábamos seguras de que vendría… hemos sido leales al trato-
- …solo agradezco el tiempo que me han dado para observar desde este lado…-
- ...es hora don Tony-
Tony Kamo se hincó frente a Las Toñas, mientras estas lo rodeaban con velas encendidas. Afuera la lluvia caía torrencial y el viento amenazaba con volar las débiles tejas del techo.
- …tienes mucho sueño- Susurró Pía, manteniendo el péndulo entre sus manos - …ahora vas a tener un sueño muuuy bonito, a la cuenta de tres… uno… dos… y tres.
La primera en abrir los ojos fue Pía.
Estaban boca arriba, tendidas en la cama de dos plazas del hotel.
- …¡es hora de despertar!- Exclamó la Toña Mayor, mientras se arreglaba la mini falda y se acomodaba el relleno de las tetas-
- …aaay que dolor de cabeza, necesito marihuana- Balbuceó Jessenia, asomando la cabeza por la mitad de la peluca rubia.
- …¿dónde estamos?- Preguntó nerviosa Raquel- …parece que se nos pasó la mano con el copete de los gringos que atendimos anoche…
Pía no respondió. Estaba de pie frente al ventanal del piso veinte. Tenía la mirada perdida en esa ciudad voraz y vertiginosa que estaba a sus pies.
Solo deseaba volver a las calles, y recuperar las noches perdidas.
- …¡no volveremos a atender españoles oyeron!...- Sentenció la Toña mayor- …ahora vístanse, que la madrina Maruja nos está esperando para rendir cuentas…
Mientras sus hermanas se vestían, Pía Antonieta volvió a apoyarse en la ventana. A esas horas, un par de nubarrones oscuros se posaban sobre el sur de Santiago.
- …odio la lluvia- grito en su cabeza La Toña mayor, justo en el instante en que un enano despertaba en la soledad de su cabaña, junto al silencio del lago Chaiguata, al oeste de Puerto Carmen.
LAS TOÑAS
Por Keno Norambuena
El estallido se perdió en mitad del hocico oscuro de aquel temporal nocturno.
El Ekeko de losa, que durante años había permanecido como un trofeo sobre la chimenea de la cocina, se reventó en el suelo.
Desde el interior escaparon los fajos de billetes que la difunta madre, alguna vez guardó para el día del fin.
El Ekeko de losa, que durante años había permanecido como un trofeo sobre la chimenea de la cocina, se reventó en el suelo.
Desde el interior escaparon los fajos de billetes que la difunta madre, alguna vez guardó para el día del fin.
Frente a las hermanas estaba el rostro pasmado de Tony Kamo, estupefacto, en mitad del televisor en blanco y negro, que tenían desde los tiempos en que veían a Tattoo, el adonis de “La isla de la Fantasía”.
La serie que daban los sábados a la hora de almuerzo, era lo único que el viejo alambre que hacía de antena, lograba sintonizar en los días despejados. Los menos, ya que por aquellos potreros, poco se sabía del sol.
Nacieron al sur de Chiloé, entre bosques frondosos y lagunas turbias que alimentaba el eterno invierno de aquel confín.
Las hermanas Antonieta, más conocidas como Las Toñas, crecieron en la orilla del lago Chaiguata, al oeste de Puerto Carmen. Solo una vez habían estado cerca de la civilización. Fue a comienzos de los noventa, el padre aún vivía y partió con las tres niñas hasta Quellón para que el medico las revisara. Pía Antonieta, la mayor de Las Toñas, tenía tres años para ese entonces, la seguía Jessenia Antonieta, y al último Raquel Antonieta.
Pía Antonieta siempre supo que era enana. Nunca olvidó la cara del padre cuando el médico de Puerto Carmen, confirmó lo que ya sabían…
Las tres hermanas, habían nacido con enanismo.
Una oscura y húmeda mañana, doña Maruja y su marido tomaban el mate a orillas del horno de barro, que a esas horas, escupía el pan amasado de aquel amanecer.
- …¡estas cabras no están ná creciendo viejo!- Le dijo doña Maruja a su marido. Y chupando del mate continuó- …la próxima semana partimos a Quellón, ojala la yegua aguante el viaje, es primera vez en años que salimos del bosque…
Lo cierto es que al regresar del viaje y después de días de caravana, la yegua murió acalambrada, al año la siguió el padre y al tiempo doña Maruja.
Las Toñas nada pudieron hacer en contra de ese arlequín sarcástico que hacía las veces de destino. Cuando Pía Antonieta cumplió los quince, la vida ya la tenía enana, y sin padres. Con la osadía chilota que llevaban en las venas, se las arreglaron para sobrevivir. En mitad del frío y el aguacero, sembraban hortalizas y pescaban los domingos. Corrían entre los helechos y el musgo creyéndose las primeras damas de Lilliput, pues sabían que en la orilla de aquel planeta, no había gigante que aplastara sus vulnerables corazones.
Una vez al mes la avioneta de las monjas de Quellón sobrevolaba la cabaña de Las Toñas y arroja sacos de mercadería. Una navidad la sorpresa fue mayor. Envuelto en una caja de cartón, y protegida con lana de cordero, venía un televisor.
La televisión llego a sus vidas, y con ella Tony Kamo.
Al comienzo de los noventa lograron sintonizar la señal de un canal del norte. Era del gobierno, tenía entendido Pía, La Toña mayor, y la más culta. Había leído un par de hojas sueltas de unos diarios que servían de envoltorio para el charqui, y se había enterado del hombre que era capaz de dominar el deseo y el albedrío de los ciervos de Dios.
Durante muchos inviernos lo siguieron y no se perdieron aparición. Lo toleraron y lo mantuvieron en trance, pues aceptaban la misión encomendada por la madre.
Hasta que una noche, después de años de espera. Las hermanas decidieron romper el hechizo.
Frente a Las Toñas estaba el rostro pasmado de Tony Kamo, estupefacto, en mitad del televisor en blanco y negro. Acaba de terminar de lanzar sus destellos sensoriales, mientras miles de cristianos esperaban sus órdenes, tras las pantallas.
- …llego la hora de despertarlo- Ordenó La Toña mayor.
El Ekeko de losa, que durante años había permanecido como un trofeo sobre la chimenea de la cocina, se reventó en cientos de pedazos esparcidos por el suelo.
Desde el interior escaparon los fajos de billetes que la difunta madre, alguna vez guardó para el día del fin.
- …esta es la plata que la mami guardó para este día- Explicó Pía Antonieta-
…hemos esperado muchos años, y solo hoy he logrado hablar a la los ojos de don Tony…esta noche hermanas, pude hablarle al televisor…
¡El fin está por llegar!...
Y así era.
Las Toñas viajaron hasta Quellón, desde donde mandaron el fajo de billetes oculto en el interior del hígado de una baca. Ahí estaría seguro de la envidia, decían.
Tony Kamo recibió la encomienda dos semanas después. Ya sabía lo que debía hacer.
La Toña mayor se lo había dejado grabado en la oscuridad de su ojo. La noche en que se vieron a través del televisor. Agarró su maleta, que por días había estado esperando el viaje, y partió, decidido a realizar su último acto.
Desde el interior del hígado de vaca sacó el tumulto de billetes y el mapa en donde le indicaban el camino a casa. Con los ahorros de la madre, arrendó la avioneta que lo llevo hasta la cabaña de las hermanas.
Lo esperaban con ansias. Se habían puesto los trajes de María Antonieta, que doña Maruja les bordó con restos de unas telas “Toile de Joi”, que había heredado de un ancestro.
- …lo esperamos desde hace años don Tony- Gritaban a coro.
- …solo ahora hemos logrado el contacto Toñas…-Les explicó el síquico.
- …pero estábamos seguras de que vendría… hemos sido leales al trato-
- …solo agradezco el tiempo que me han dado para observar desde este lado…-
- ...es hora don Tony-
Tony Kamo se hincó frente a Las Toñas, mientras estas lo rodeaban con velas encendidas. Afuera la lluvia caía torrencial y el viento amenazaba con volar las débiles tejas del techo.
- …tienes mucho sueño- Susurró Pía, manteniendo el péndulo entre sus manos - …ahora vas a tener un sueño muuuy bonito, a la cuenta de tres… uno… dos… y tres.
La primera en abrir los ojos fue Pía.
Estaban boca arriba, tendidas en la cama de dos plazas del hotel.
- …¡es hora de despertar!- Exclamó la Toña Mayor, mientras se arreglaba la mini falda y se acomodaba el relleno de las tetas-
- …aaay que dolor de cabeza, necesito marihuana- Balbuceó Jessenia, asomando la cabeza por la mitad de la peluca rubia.
- …¿dónde estamos?- Preguntó nerviosa Raquel- …parece que se nos pasó la mano con el copete de los gringos que atendimos anoche…
Pía no respondió. Estaba de pie frente al ventanal del piso veinte. Tenía la mirada perdida en esa ciudad voraz y vertiginosa que estaba a sus pies.
Solo deseaba volver a las calles, y recuperar las noches perdidas.
- …¡no volveremos a atender españoles oyeron!...- Sentenció la Toña mayor- …ahora vístanse, que la madrina Maruja nos está esperando para rendir cuentas…
Mientras sus hermanas se vestían, Pía Antonieta volvió a apoyarse en la ventana. A esas horas, un par de nubarrones oscuros se posaban sobre el sur de Santiago.
- …odio la lluvia- grito en su cabeza La Toña mayor, justo en el instante en que un enano despertaba en la soledad de su cabaña, junto al silencio del lago Chaiguata, al oeste de Puerto Carmen.
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