
Cuando se busca que leer a la hora de desentenderse de todo, espumeando el cuerpo sucio de la semana, derritiendo en el agua tibia la imagen insalubre del asalariado post-moderno, seguro se ha de buscar material liviano… algo más revista Paula o Marcela Serrano.
Yo no lo hice.Pasa que en mi casa la hora del baño es tan selecta y exquisita, que puede uno deleitarse con las obras completas de Pessoa, los inéditos de De Rokha y sobre todo, una gran variete de libros frescos, con la actualidad poética nacional.
Quizás por eso hoy me bañé con Oscar Saavedra. Entré a la espuma de la ínfima tina con el “TecnoPacha” todo vaporoso.
Empecé –como quien abre un chocolate finísimo- a leer la contraportada, los detalles de la edición, el prologo; Ahí, en posición fetal de baño Paz Froimovich, elucubré los importantes textos que a partir de este libro, por cierto Editado en Lima, podría yo publicar en revistas academicistas, respecto a la relación literaria Chile-Perú (zona libre de conflictos)
Pero no
No lo hice y es que exquisitamente Oscar Saavedra se encargó de callarme con un discurso que al leerlo canta con un coro de sacerdotes que gimen su misa-latín, manchados de tierra, llenos de Pacha, por cierto desnudos y sin Dios.
En este libro está la representación in Vitro de la actualidad Latinoaméricana (digo In Vitro por que es el primero de 5 tomos).
Si bien muchos entendemos que la poesía íntima nos ha desligado de la capacidad de leer el contexto natural del poeta y a su vez somos grandes críticos del panfleto con el que peligrosamente se abandona lo íntimo, me atrevo a asegurar que Saavedra llega a mezclar con pluma y naturalidad estas dos caras de la poesía y que su Tecnopacha se queda ya y para siempre como una prueba histórica del momento, las emociones e incluso los olores Latinos de principios de este, nuestro siglo.
En este canto permanente, dulce y prepotente nosotros, los lectores, desaparecemos. Somos la sangre que fluye de las alcantarillas de esta urbe oscura y sucia que Saavedra recorre como si fuera nuestro propio cuerpo. Ahí, temblando de frío y miedo, nos abandona y redime, dramático y chamánico.
Si buscan un libro para relajarse este… es el menos recomendable; Pero puedo dar fe que comiendo chocolate mientras se lee es posible unirse a este grito melodioso y recuperar, en ese segundo en que el cuerpo aun mantiene el hedor urbe, la poesía perpetua del sueño bolivariano
Por Amanda Durán.
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