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::Rock en Santiago::



SANTIAGO
Entre la himnopompia y el gatiactivismo
Por AOM

Jueves, 23 horas

La himnopompia es un estado intermedio entre el sueño y estar despierto. En Santiago hay muchos rincones así, himnopómpicos, pero la itinerancia natural de una capital de 5 millones los hace escurridizos, dispersos, semi-ocultos.

Por eso encontrar una banda de música que se llame Los Himnopómpicos es algo que debe contarse. Este reportaje nos llevó a viajar de Valparaíso a Santiago con los audífonos llenos y ansiosos por todo: idioma de bolero, trote de “folkstrot”, piano, tambores, charangos y tantos otros ritmos que aparecen al asomarse a la retina capitalina.




Caminando llegamos al bar Opium en la calle Bombero Núñez, después de atravesar un camino muy grafiteado, oscuro, venteado, como simples transeúntes absortos en una especie de museo urbano a cielo abierto, en una ciudad que a pesar de las costaneras y los pequeños rascacielos, aún sigue recordando a todos los barrios y plazas de Chile.



Hablando de esto nos encontramos – en la entrada del bar – con Jorge Gallardo, compositor del grupo. Nos dice que la tocata está media retrasada, pero que ya queda poco. Pedimos una botella de vino y nos alegramos de vernos, llegan otros amigos, el bar tiene sus mesas ocupadas, y la gente de a pie deambula entre el sector de la barra, al lado del escenario, y un patio trasero con otro ambiente.

Mientras termina de ajustarse el sonido y bajamos el vino, hablamos sobre otras bandas del “under” santiaguino, como Los Desquiciados, que tenía el mismo Jorge Gallardo con Andy Casablanca, actual guitarra de Redolés y de Gatichaves, otra banda interesante de la escena. Hablamos de otro local, El Clan, donde vimos una vez a Los Kaníbales Surf Combo. Esa vez nos amanecimos bailando rock’n’roll, rockabilly. Ahora escuchamos Faith No More en la previa de Los Himnopómpicos.

Al parecer todo está listo y vemos a Carolina Ibáñez, vocalista del grupo, dirigirse al escenario sin antes recoger un par de papeles de una mesa. Gustavo, guitarrista, los presenta a todos y comienza la música con una suave canción y con Carolina leyendo - sobre la improvisación final de sus compañeros - la definición de himnopómpico y las cualidades de aquellos que conviven a diario con ese estado de ánimo.

De ahí en adelante asistimos a una deliciosa muestra de música latinoamericana y rock’n’roll, con percusiones sólidas que se dibujan como suaves perfumes en la voz de Carolina. También escuchamos potentes instrumentales, matizados con un acordeón melancólico que nos traslada al puerto, a la neblina y su farol prendido. A ratos, da la impresión de estar escuchando un recital de poesía. En otros, de estar con la mejor orquesta del caribe santiaguino.

”Muchas gracias por venir”, dice Carolina al final de la tocata. La concurrencia aplaude en forma contundente la presentación de Himnopómpicos. Hay alegría, ganas de seguir celebrando, bailando, recorriendo américa latina a través de la música.

Abajo del escenario, abrazos, felicitaciones, saludos: “siempre recordamos Valparaíso” nos dice Jorge Gallardo, recordando aquella excelente presentación del grupo en el Festival por la Desestigmatización de Barrio Puerto, en plaza Echaurren.
Ahora para Himnopómpicos viene una etapa de “receso de actuaciones en vivo”, en la cual trabajarán su repertorio. La música los espera, nosotros los esperamos a ellos más adelante para mostrarnos un nuevo camino, un nuevo baile.

Viernes, 23 horas
Gatiactivismo



La resaca se disipa con cerveza y alimento fresco, verduras, jugos, queso de cabra, champiñones. Desde lejos y no con poca lástima miramos al cerdo y sus parrillas, al filete de unos pocos. El aire de las ramadas y las fondas no siempre es sinónimo de cueca y patria. En Santiago, en la calle Cumming, la “Fonda hasta al Fondo”, no tiene tantas banderas.

Mauricio Redolés no necesita mayores presentaciones. Figura referente de la contra-cultura, del “under”, del hijo de vecino o como se llame, este músico-poeta organiza una fonda y reúne a un entusiasta grupo de personas frente a un escenario donde intervienen folcloristas, cuequeros, humoristas, rockeros y cumbiancheros.




Gatichaves es una de las bandas invitadas. Con un estilo claramente rockero, la agrupación integrada por Taira Pizarro, Andy Casablanca y Rodrigo Berríos, se presenta con un formato de dos guitarras + batería y voz, y un estilo musical que recuerda el “folkstrot” y el rock noventero más ambicioso, con buenas voces y composición.

Acompañados esta vez por el baterista de Redolés, Gatichaves sale al escenario de la fonda después de un grupo de pachanga. “Vamos a tratar de hacer rock después de la cumbia, sabemos que es difícil, pero vamos a correr el riesgo”, dice la vocalista Taira, con una hermosa flor amarilla alojada en su peinado, y que saca respetables aplausos en el inicio de su tocata.

”En estos momentos las radios comunitarias del país están siendo perseguidas, y en todas esas radios tocan la música de todos los grupos que han estado en esta fonda hoy…”, interpela la gatachaves al público, que se entusiasma con esta provocativa entrada, potenciada segundos después con los acordes rockabilly de “Juan Mostaza”, primera canción del grupo y que habla la historia de un indigente del barrio Yungay.

Es una escena contundente. Una chica de potente voz, que recuerda el blues, con dos guitarras muy certeras y finas, conquistando al respetable con la actitud más noble del rock’n’roll: desgarro, amor, necesidad de amarse, pero sobre todo, calidad, musical y vocal, en arreglos y coros. El público aplaude con ganas y queda en el aire esa hermosa sensación de orgullo por nuestros artistas.

La melancolía y la exigencia del rock de Gatichaves nos interpela como público. Nos hace pensar, ¿cómo debemos entender este lenguaje? Estos músicos no están apostando a salir en TV o vender muchos discos, sino más bien a decir cosas, a generar contra-cultura, y eso significa situarse como artista fuera del “establishment”

“Donde exista cultura oficial, existirá contra-cultura”, saluda Taira, antes de que su banda nos transporte a un plácido paseo por el sur: “el vino me tiñe los dientes”, dice el coro de una de las canciones más bellas del repertorio (“Volver al sur”). La gente pide un bis, Redolés accede y vuelve a presentar a Gatichaves. Miro alrededor y veo a muchos otros músicos aplaudiendo y disfrutando.

Gatichaves lo hizo de nuevo. Chicha y vino de por medio, en ellos volvemos a sentir el aliento chileno del rock’n’roll, ese aliento guachaca y tribal dispuesto a trenzarse a golpes con policías y ladrones, pero que esta noche recordó a todos los amores jóvenes de todos los tiempos, con esa vieja promesa de la juventud eterna.

CONOCELOS

http://www.myspace.com/loshimnopompicos

http://www.myspace.com/gatichaves
http://www.gatichaves.cl

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