
Los amigos, ahhh... los amigos cobran su valor supraterrenal y mesiánico, por que a fin de año cuando ese algo está muriendo uno no puede creer que estuvieron ahí y los adora encendiendo velas, inciensos y mirra, para que sigan estando, llamen por telefono, presten plata o te recojan de la miseria a la que te dirigías indefectiblemente.
Es así: a fin de año entre el orgullo de lo proyectado y la maravilla de la vida, los pajaritos y los zapatitos rojos... hay un dolor horrendo en la boca del estómago por todo lo que no se hizo o se dejó a medias, con un calor fulminante encima de las orejas y los ojos y los labios y las cejas... todo se termina: todo se acaba.
Parece que con los años solo se adquiere la costumbre, pero no se aprende, que despues de esa muerte violenta de algo que no se sabe qué es: un año da paso a otro, uno completamente nuevo y sin uso, en el que hay potestad para brillar como superestrella, y permiso para abrazar a quién se quiera o negar abrazos -por qué no... nada mejor que un buen abrazo negado en estas fechas para quedar como el peor de los peores (instrucciones al reverso)-
Por eso preferimos esperar, dejar ir la navidad y el año viejo celebrando sin censuras y llorando como marias magdalenas.
Aquí estamos, ahora sí, con los brazos bien abiertos, adoptando el tono emotivo del festival de viña o el discurso del jefe... para desear a todos los que nos acompañan, acompañaron o nos acompañarán en este viaje tan raro que es crear nuevos espacios: el mejor año de sus vidas.
¡Bienvenido 2008! No tienes idea lo que te espera...
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